Luego de más de veinte años de labor como asesora de educandos en el Instituto Hidalguense de Educación para los Adultos (IHEA), he identificado continuidades y cambios en el modo de instruir a los jóvenes, adultos y adultos mayores de nuestro país. Recientemente la pandemia por COVID-19 impuso un escenario cuya contingencia nos obliga a repensar la forma de enseñar. En este sentido, con el presente artículo pretendo valerme del relato autobiográfico para compartir mi experiencia docente y, en el mismo ejercicio, analizar algunos aspectos de la educación para adultos en México. El manuscrito es a la vez un pretexto para fomentar el reconocimiento público de los asesores y asesoras.
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